La Lucha
El Encuentro Internacional de Poetas Poesía en Paralelo Cero ha pasado a constituirse en uno de los eventos literarios más importantes de la región. Las estadísticas nos confirman como uno de los cinco encuentros más importantes de América Latina por su permanencia (que cada año corre riesgo), por el número de participantes (esta edición cuenta con el mayor número de participantes), por ser el único encuentro verdaderamente nacional (ya que tiene sedes en distintas provincias y regiones del Ecuador) y con la creación de un público en sitios donde antes ni se sospechaba que podría llegar un poeta de otro país a entregar poesía a la gente, en una plaza.
En este año tenemos a cuarenta y siete poetas que harán florecer la sensibilidad, la nostalgia, la perdurabilidad de la palabra, de los recuerdos, de los momentos.
Es muy difícil para los tecnócratas de cualquier país entender cuál es la importancia de un encuentro de poesía en una ciudad, en un país, en una región. Es difícil tratar de conectar lo que supuestamente no tiene valor económico, con lo que representa una suerte de vivificación del espíritu. Y en verdad es muy difícil para la gente visualizar un mundo con poesía en todas partes, un mundo en donde confluya el turismo, la economía, el movimiento prioritario de una sociedad de la mano de la poesía.
Pero para nosotros no es difícil esto. Más bien nos resulta muy fácil entendernos en esa especie de conocimiento de la sensibilidad colectiva. Los seres humanos hacen muchas cosas en comunidad, una de esas es sumarse a la idea del espectáculo, a ser la palabra singular: «público» y pensar en colectivo en ese «no sé qué» que deja el arte en las conciencias. En esa extensión de la sensación, que no es ni buena ni mala (no trae efectos mediáticos y desastrosos como la literatura de autoayuda, por ejemplo, de la que los dioses nos libren), ni te deja eufórico, como a la salida de un concierto de rock, ni nostálgico, como escuchar la música de los baladistas. La poesía es un estado de ánimo, es una forma de vida, es un caminar frente a otras realidades.
Sabemos que los poetas siempre serán la última rueda del «cochecito» del arte, la pieza pequeña e imperceptible de ese «coche» llamado «cultura». Y por ello, de los artistas, el que menos recibe un dinero por su pago es el poeta. El músico no, el actor no, el bailarín no. El poeta es el que trabaja gratuito y en algunas ocasiones, inclusive, es un favor que un vate diga un «poemita» en medio de una función, como afirmando cierta lástima, cierto dolor, cierta ternura.
Y por ello mismo los doctos y sabios de las finanzas, «que en el mundo han sido», ven el panorama poético como un punto sin ángulo. Les suena tan alejado de nuestras realidades, tan sumergido en lo marginal del aparato práctico, tan fuera de la «República», como bien diría Platón. El poeta y sus poemas son rellenos en sabatinas, recados para quinceañeras, discursos en las bodas, versitos obvios en discursos de político, supuestas canciones grandes en mediocres compositores, lirismo de fiesta cívica, canción llorona en los días de las madres, baratijas lingüísticas en navidades de supuesta unión, amor y comprensión, versitos de señora altruista en un orfanato o cárcel o sanatorio para alcohólicos anónimos. En fin, la poesía es un gesto en la cara del sector privado, que no tiene nada que ver con el «emprendedor». El emprendedor es Bill Gates, el poeta es Juan Gelman. El emprendedor tiene millones, el poeta tiene deudas. El emprendedor escribe con el tiempo «13 pasos para ser rico, famoso y emprendedor propiamente dicho», el poeta escribe «13 poemas que nadie entiende» y se sumerge en la insatisfacción. El emprendedor se presenta en teatros y le auspician las tarjetas de crédito a tres meses sin intereses, el poeta debe pagar el cuartito en donde van quince personas a escuchar sus textos, de las cuales diez son sus futuros rivales. El emprendedor se vuelve «coaching», el poeta se vuelve «couchino», porque la gente le empieza a ver mal, lo observan como un raro personaje, siempre un hombre de extraña y «triste figura». El emprendedor lleva siempre traje, el poeta evita el traje; el emprendedor es un tipo que habla siempre para la clase media alta. No hay emprendedores para pobres, ni libros de auto ayuda para pobres, ni cursos de couching para pobres, ni historias de emprendimiento desde los pobres. Los poetas hablan para sí mismo, y sus historias se repiten, se reproducen, se nutren y luego se van en un libro.
En fin, la sociedad está hecha para que se aplauda lo políticamente correcto. Y la poesía nunca está en ese lado. La poesía es la teoría de lo incorrecto y todo lo que a ella le rodea, igual.
Por ello, hacer un encuentro de poetas y traer a poetas de todo el mundo latino para que se reconozcan en Ecuador y con su poesía es extraño.
Séptima Edición de Paralelo Cero
Xavier Oquendo Troncoso
Argentina: Hugo Mujica, Diana Bellesi, Soledad Castresana, Rosario Andrada
Chile: Sergio Badilla
Colombia:Hellman Pardo, Piedad Bonnett, Ramón Cote, Santiago Espinosa, Juan Guillermo Sánchez, Héctor Cáñon, Juan Camilo Lee Penagos
Cuba: Lisett Lantigua, Leandro Báez
Ecuador:Rosalía Arteaga, Juan Secaira, Carlos Vallejo, Juan José Pozo, Patricia Merizalde, Edwin Ulloa, Rubén Darío Buitrón, Juan Suárez, Yuliana Mancillo, Ernesto Intriago, Jaqueline Costales, Alexis Cuzme, Geovanny Salvatore, Enver Álvarez, Fabián Vallejos, Peki Andino, Jorge Luis Bustamante, Jetzy Reyes
España: José Ramón Ripoll, Juan Carlos Abril, Luis Garcia Montero
Italia: Loretto Raffanelli, Alessio Brandolini
Marruecos: Mezouar El Idrissi
México: Coral Bracho, Luis Armenta Malpica, Miguel Maldonado, Audomaro Hidalgo, Miriam Moscona, Mario Heredia
República Dominicana: Frank Báez
Uruguay: Alfredo Fressia, Rafael Courtoisie
Fuente: Casa de la Cultura Ecuatoriana